¿Debo obligar a mis hijos a ir a Misa?

Soy yo quien le agradezco sus buenos deseos y oración. Ante todo perdone tanto retraso; su correo una vez bajado, se me perdió entre tantos papeles.
Tratándose de casos tan concretos, no hay una respuesta única y excluyente. Se ha dicho justamente que no hay enfermedades, sino enfermos, para enfatizar que cada caso debe ser tratado, muy en particular, atendiendo a todas las circunstancias que lo acompañan. Conviene aplicar el mismo criterio en lo que usted, Ana Isabel, nos describe.

Si sus hijos siempre les han visto a ustedes, papá y mamá, ser fieles a su deber de participar en la Santa Eucaristía, a lo mejor no es necesario insistirles, porque ellos siguen el ejemplo de los papás, aunque con alguna posible falta, propia de la juventud.

Si sólo la mamá frecuenta el templo, y el papá sólo esporádicamente, aunque la mamá insista, el hijo adolescente y mayor de edad, desafortunadamente, ya no va.
En ese caso la mamá deberá invitar y exhortar, pero con prudencia y paciencia, porque el peso del mal ejemplo del padre es mayor que el de las palabras y ejemplos de la mamá. La insistencia reiterada de la madre podría inclusive causar irritación y rebeldía.

No nos sorprende entonces el parecer del sacerdote consultado por su hermana.
Puede ser que en las circunstancias por ella descritas, esa fuera la mejor solución: orar, dar buen ejemplo, de vez en cuando una palabra de exhortación, y tener paciencia, lo cual no significa “indiferencia”. El hijo percibe muy bien el sentimiento y la sincera preocupación de la propia mamá.

En su caso, estimada Ana Isabel, me parece entender que sus hijos, mayores de edad, como que están esperando que la mamá les recuerde el deber de participar en la Santa Eucaristía. Por lo que entiendo, usted lo hace con bondad, sin molestarse y con esperanza. Ánimo, pues, que es de enorme importancia lo que vayamos sembrando, con el ejemplo, más que con las palabras, en nuestros hijos e hijas.