¿Estamos en riesgo de caer en idolatría?
Hace tiempo, Monseñor, usted escribió en una de sus respuestas: “lo que cuenta es nuestra fe y la confianza que ponemos en Dios al momento de orar, de pedir, sin nada pretender sean cuales sean los signos que acompañan nuestra oración, como puede ser el arrodillarse, el postrarse, el besar unas imágenes, etc.”.
Esta última expresión, ¿no contradice lo establecido por Dios en el capítulo 26 del Levítico y en numerosos otros textos de la Biblia? ¿No es mejor acompañar de bondad y buenas intenciones del corazón nuestras oraciones a Dios? ¿Le agradará a Dios esta práctica de ídolos e imágenes? (…)
¿Recuerda usted lo que leemos en el 2° libro de los Reyes acerca del peligro de caer en la idolatría “adorando” la imagen de la serpiente? Moisés la elevó en el desierto por orden de Dios, y por orden de Dios se mandó destruir cuando surgió el peligro de idolatrarla. Que Dios le guíe por el camino de la verdad y de la sabiduría”.
Respuesta
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Me temo que no pocos lectores del Eco, puedan reaccionar diciendo: “¡otra vez con el asunto de las imágenes!” Reconozco que es el tema acerca del cual he recibido más “dudas” y comentarios. Vuelvo pues a contestar, convencido además de que cabe añadir siempre nueva luz.
En el texto del Levítico citado por nuestro hermano, leemos: “no se harán ídolos, ni levantarán en su país piedras sagradas, ni colocarán relieves en piedras para postrarse ante ellos” (Lev 26,1).
Para comprender el sentido de esta prohibición, hay que tener presente que lo que real y fundamentalmente interesa a Dios es que su Pueblo no caiga en la idolatría. Eso constituía una tentación constante, si tenemos en cuenta además que todos los pueblos “vecinos” del Pueblo de la Alianza (Ju- díos), tenían cultos idolátricos que fácilmente podían “contagiar”, teniendo en cuenta que se trataba de pueblos con más poder y “renombre” que el pueblo judío.
Lo que Dios prohíbe, no es tanto tener “imágenes”, y prueba de ello es que Dios mismo ordena que en alguna ocasión y por determinada finalidad, se construya imágenes. El caso más conocido es el que nuestro hermano Francisco Antonio, nos recuerda, a saber, el de la serpiente de bronce que Moisés hizo levantar para curar a los que habían sido mordidos por serpientes venenosas.
Cuando, más tarde, esa serpiente de bronce querida por Dios, se volvió objeto de culto supersticioso e idolátrico, Dios manda que se destruya (cfr. 2Re 18,4). Algo que había sido querido por Dios, tuvo que ser destruido, cuando se volvió causa de idolatría. Brevemente: Dios prohíbe expresamente la idolatría, y prohíbe las imágenes sólo cuando son expresión y objeto de la misma.
Ahora bien, cuando en días pasados, miles y miles de peregrinos iban a Cartago a ver a “La Negrita”, no iban ciertamente a dar culto idolátrico a una imagen, sino iban a orar y a venerar a la Madre del Señor, representada en su pequeña y sencilla imagen. Por lo demás, estoy plenamente de acuerdo con nuestro hermano, cuando nos dice que el verdadero y mejor culto a Dios es el que acompañamos con obras de “santidad y justicia”. Es lo que leemos en al capítulo 25 de San Mateo acerca del Juicio final. Lo expresó maravillosamente San Juan de la Cruz con aquella conocida afirmación: “en la tarde de la vida, seremos juzgados en el amor”.
, Obispo de Tilarán-Liberia
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