¿Por qué no invitan a la unidad en el templo?
Monseñor: yo siento que para motivar a los fieles al recogimiento espiritual, es importante que la persona que ayuda en la celebración se ponga una “vestidura eclesiástica”, a la manera de los monaguillos o semejante a la que ellos usan. También es muy importante que los fieles estén cerca formando una verdadera Asamblea en la que -como afirma la Sagrada Escritura- no hay distinción entre judío o griego, esclavo o libre. No conviene que estemos dispersos por todo el amplio espacio del templo. Todos somos uno en el Señor, formando la Iglesia que es una, y por eso católica, es decir, universal. El que preside la Celebración, debe recordar a los fieles esta verdad, invitando a los fieles a que se reúnan. En una ocasión no me agradó para nada ver a unas monjitas dispersas por el templo, cuando sobre todo ellas deberían dar ejemplo de cercanía y de unidad. Es mi pensar y sentía el deseo de comunicarlo. Ojalá que pueda servir.
Respuesta
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Es verdad lo que usted nos escribe, estimado don Manuel Enrique, se refiere a “detalles” que hay que cuidar en nuestras celebraciones, pero es una clara manifestación de la creciente conciencia que van teniendo nuestros laicos.
Ellos no se sienten sólo “destinatarios” de las varias actividades y celebraciones de la Iglesia, sino interlocutores y corresponsables de todo cuanto en ella se va realizando. Y así debe ser. La Iglesia querida por Jesús, es una gran Familia en que todos nos debemos sentir responsables de todo, y en que todos nos ayudamos en el camino de fidelidad al que primero nos amó y nos llamó a ser miembros de ese misterio que San Pablo llama Cuerpo Místico, haciéndose eco de las palabras de Jesús: “Yo soy la vida verdadera, y ustedes los sarmientos” (Jn 15,1).
Imágenes que evidencian una profunda unidad, a tal punto que el mismo San Pablo afirmaba y escribía que los cristianos somos “co-miembros”, uno del otro, como acontece precisamente en un cuerpo (cfr. 1Cor 12). Y es particularmente en las celebraciones litúrgicas que debemos manifestar la misteriosa y profunda unidad que Cristo, Cabeza del mismo Cuerpo Místico, constantemente reconstruye entre todos los bautizados, unión y unidad siempre puestas en peligro por nuestros egoísmos, individualismos y pecados… Nada más bello en nuestras celebraciones que el momento en que todos (exceptuando los más pequeños) participan en el mismo Pan Eucarístico, después de haber orado, todos, diciendo Padre Nuestro, no tuyo o mío, sino Nuestro.
, Obispo de Tilarán-Liberia
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